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Opinión

“El Gobierno propone una nueva norma para promover el empleo juvenil”.

Hace unos años, se promulgó una ley facilitando la contratación de jóvenes, reduciendo los costos relacionados con dicha contratación, pero exigiendo capacitación a cambio. Fue bautizada como la “Ley Pulpín”.

La respuesta de los estudiantes de una universidad privada fue violenta: marcharon, gritaron y destrozaron propiedad pública y privada. Casi ninguno había leído la norma antes de salir a gritar. Tampoco se tomaron la molestia de preguntar a otros jóvenes que trabajan 14 horas diarias por menos del sueldo mínimo, sin vacaciones, pensión, gratificación ni seguro.

Hasta hace muy poco, quienes pertenecen a “la generación Y” (definidos como “aquellos que no recuerdan el mundo sin Internet”) estaban acostumbrados a pasar de un trabajo a otro sin mayor trámite que el de cargar su laptop. Con una economía en crecimiento, no era difícil reubicarse y eso les hacía sentir una gran autoestima y hasta exceso de confianza, especialmente entre aquellos mejor preparados académicamente, cuyas expectativas apuntaban tanto a salarios altos, como a “trabajos interesantes” que se daban el lujo de escoger.

¿Podría estar terminando este entorno de privilegios? Con la economía reptando alrededor del 2%, la reubicación comenzará a tomar más tiempo, incluso con periodos de desempleo. (Agregaría de angustia si no fuera casi seguro que viven donde sus padres).

Ahora que el Gobierno propone una nueva norma para promover el empleo juvenil, ya la atacaron y llamaron “Pulpín 2”.

Pero si la economía sigue como hoy, tal vez solo debamos esperar unos meses para que esa “generación Y” comience a dar mayor apoyo.


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