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Opinión

Después de unos días, volvió el servicio de internet y fue como si me volviera el alma al cuerpo. Uno de los temas era el incidente de la aerolínea United Airlines con el pasajero que se negó a ser ‘voluntariamente’ desalojado del avión en el que se hallaba cómodamente sentado. El video había sido grabado y retransmitido por otros pasajeros, indignados por el hecho.

Las redes revientan con críticas, lecciones, advertencias, memes y comedias relacionadas con el caso. Todos manifiestan su rechazo, ¿pero por qué diablos nadie en el avión se paró, se plantó en el pasillo y animó a los demás a hacer lo mismo? Probablemente la aerolínea hubiera tenido que actuar distinto, pero… claro, nos hubiéramos perdido un video que permite a millones expresar su indignación en el mundo paralelo de las redes. Y, tal parece que ese mundo es más importante que el que llamamos “mundo real”. Además, las redes permiten esconder en el anonimato a quien insulta y hacer sentir héroe al cobarde que no se enfrentó a una injusticia. Eso explicaría por qué alguien optó por grabar una violación en lugar de impedirla o de filmar a una niña siendo salvajemente golpeada.

Obviamente, no todo es negativo en esta nueva “realidad” (la que existe gracias a las redes). Hasta hace poco, un desastre como el fenómeno El Niño era reportado según la edición de un medio de comunicación. Esta vez, las imágenes provenían también de los directamente afectados. El protagonista pudo transmitir su versión día a día y esto despertó un espíritu de solidaridad como pocas veces se ve entre los peruanos.

¿Seremos capaces de mantenerlo, pasada la emergencia?


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