18.MAY Sábado, 2024
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Opinión

“Leer – para mí- es como descifrar las manchas del jaguar. Toma muchos años y muchos libros”.

Si un día decido revelarles a mis alumnos las verdaderas razones por las que deberían leer, es decir, si me olvido de los protocolos académicos y mando al diablo la ortografía e incluso dejo de joderlos con eso de que, gracias a los libros, van a ser personas más cultas y tolerantes, si dejo de estafarlos y les revelo las auténticas razones por las que su profe esnifa libros como un yonqui, van a pensar que los estoy vacilando. Todo tiene que ver con un cuento de Borges llamado La escritura de Dios. Trata de un mago llamado Tzinacán al que han encerrado en un calabozo de piedra. La mazmorra es oscura y solo una vez al día se abre una escotilla por la que baja la comida. En la celda contigua hay un jaguar y, cuando la escotilla se abre y entra la luz, el mago puede ver por un instante al felino caminando. Un día, Tzinacán, que pasa el día tirado en la celda esperando la muerte, llega a la conclusión de que, al crear el mundo, Dios debe de haber dejado un mensaje oculto en algún lugar, una especie de conjuro contra el mal. ¿Dónde?, piensa Tzinacán, si las montañas cambian y las estrellas se apagan. En las manchas de la piel del jaguar. Ahí tiene que estar escondido, decide. Así que cada día, cuando abren la escotilla, se dedica a descifrar las manchas del felino.

Columna Pierre Castro

Tras largos años lo consigue. Es una fórmula de 14 palabras y el mago comprende que, al pronunciarla, podrá desaparecer las paredes de la cárcel, reconstruir su reino, aniquilar a sus enemigos, ser inmortal. Sin embargo, Tzinacán no las pronuncia pues piensa: “Quien ha entrevisto el universo, quien ha entrevisto los ardientes designios del universo, no puede pensar en un hombre, en sus triviales dichas o desventuras, aunque ese hombre sea él”. Leer para mí es como descifrar las manchas del jaguar. Toma muchos años y muchos libros. Pero, una vez que lo has visto, puedes transformar una oscura mazmorra en el vasto Universo. Y tú, ese pequeño e insignificante hombrecito que yace tirado leyendo, te conviertes en todos los seres que lo habitaron, que lo habitan y que lo habitarán.


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