23.MAY Jueves, 2024
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Opinión

“Soy un tipo nostálgico pero vamos, reconozcamos que el DVD es mejor que el Betamax”.

Cuando mis alumnos salieron del útero de sus madres el Muro de Berlín ya había caído, Fujimori ya era presidente y Kurt Cobain ya se había volado el cerebro de un escopetazo. Ese muro derribado, ese Congreso disuelto y esa bala que le abrió el cráneo al poeta grunge de los 90 trazaron también la brecha que ahora divide mi generación de la suya. Una vez un alumno me preguntó si podía escuchar música mientras escribía su cuento. Claro, les dije a todos dándomelas de moderno, si quieren pueden sacar sus walkmans. Se cagaron de risa en mi cara. Mis clases están llenas de anacronismos. El otro día leímos un cuento en el que el protagonista va a recibir una llamada a casa de su vecina. ¿Por qué tendría que ir a contestar a casa de la vecina, profe? ¿No agarraba señal? ¿No había wifi? ¿Con qué cara explicarles que en esa época no había Internet ni celulares y que incluso el teléfono fijo era un lujo al que los marginales como tú no podían acceder?


Cuando Cortázar habla de sus encuentros casuales con la Maga dice que la gente que se da citas precisas es la misma que usa papel rayado para escribirse. ¿Papel rayado? ¿Quéshaweaa, profe? ¿No había Whatsapp? Y ni qué decir de los personajes de Maupassant y Chéjov que viven tomando trenes, o de los chibolos de las novelas de Bryce y Vargas Llosa que tonean con mambos y boleros. A todo se lo va tragando el olvido. Y está bien. Soy un tipo nostálgico pero vamos, reconozcamos que el DVD es mejor que el Betamax. Recuerdo, sin embargo, un cuento de Bradbury llamado “El peatón”. Corre el año 2052. Un tipo sale a dar una caminata nocturna. La Policía lo detiene. ¿Caminar sin rumbo de noche? ¿Para qué? ¿No tiene televisor en casa? Muy sospechoso. El patrullero se lo lleva. No falta mucho para el 2052. Hay cosas que no deberían convertirse nunca en anacronismos: dar paseos nocturnos, escuchar boleros o trepar a los árboles como El barón rampante. Está bien si en diez años ya los chicos no saben qué diablos fue Nirvana. Pero esperemos que nunca pierdan el aroma de su espíritu adolescente.


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