La democracia no es el gobierno de las personas, sino de la ley. Si el Ejecutivo y el Legislativo quieren reconstruir su relación, lo deben hacer leyendo la Constitución los unos a los otros.
Se vota la confianza porque es una cuestión práctica para ganar días, pero no porque la Constitución autorice al señor Alfredo Thorne a pedir confianza por una conversación privada. La confianza se vota exclusivamente por una iniciativa ministerial. ¿Dónde está? No la hay. Pero parece que el señor Thorne, los ministros y los parlamentarios no han leído la Constitución.
A lo que va a ocurrir hoy en la tarde vamos a llamarlo un acto pragmático de los congresistas solo para ganar tiempo. Esto ya se hizo, pero el día de mañana un ministro se va a ir a la playa y va a pedir que se le someta a voto de confianza. La resolución regular para definir el futuro del señor Thorne debió ser la moción de censura o, en su defecto, la renuncia. Pero cada uno no puede hacer lo que se le dé la gana.
Lo que ha ocurrido es un exceso de pragmatismo entre los dos poderes del Estado. Este es el caso típico de un pecado compartido.
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