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Opinión

“(…) Erdogan (…) durante años desmantela las instituciones, como Putin, Jameini, Aliyev (…)”.

Esta semana, Putin asistió a dos cumbres presidenciales. Una con los presidentes de Irán y Azerbaiyán, y al día siguiente con el de Turquía.

Putin gobierna desde 1999 con un “enroque”, entre 2008 a 2012, con su primer ministro (PM) Medvédev, en el que Putin adquirió poderes especiales como PM, liderando tras bambalinas a Rusia, para luego retornar a la presidencia implementando un cambio constitucional que le permite gobernar 6 años más y lanzarse a futuras reelecciones.

En la cumbre de Bakú, Azerbaiyán, el ruso conversó con el presidente iraní, Rouhani, representante de la teocracia instalada en ese país, en 1980, por el Ayatolá Khomeini y controlado por su sucesor, desde 1989, Alí Jameini. Gobiernos van y vienen, pero el régimen fundamentalista islámico permanece bajo la autoridad del Ayatolá supremo Jameini junto a los clérigos del Consejo de los Guardianes de la Revolución.

El presidente anfitrión, Ilham Aliyev, tomó el poder de Azerbaiyán tras la muerte de su padre, Heydar Aliyev, quien gobernó desde 1991 hasta 2003, y cual príncipe heredero, se perpetúa en el poder, desde entonces, con elecciones fraudulentas.

Al día siguiente, Putin se reunió con Erdogan, PM de Turquía (2003-2014) y ahora presidente, quien durante años desmantela las instituciones para hacerse, como Putin, Jameini, Aliyev y tantos otros autócratas electos, un déspota. Tras el fracaso del golpe en su contra, Erdogan se consolida purgando a todos sus adversarios.

La prensa reportó algo de lo que conversaron, pero no hubo el cálculo de los casi 90 años de poder que suman estos cuatro fanfarrones que, tristemente, no son personajes de un cómic.


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