¿No tienen nada mejor que hacer el dictador de Corea del Norte y el presidente de Estados Unidos que jugar a la guerra nuclear?, es la pregunta que se hace una humanidad aterrada ante dos chiquillos desarrollados en tamaño mas no emocionalmente, que se amenazan mutuamente con armas atómicas.
Recuerdo que durante mis primeros años en Perú dediqué muchos análisis a advertir sobre el peligro que implicaba el régimen de Hugo Chávez para Venezuela y para América Latina. Era comprensible que muchos pensaran que exageraba, dadas mis raíces venezolanas y mi sensibilidad a los discursos de odio por ser judío, pero me basaba en hechos reales y proyecciones históricas al anunciar la dictadura que se consolidaba. Era obvio que un ex militar golpista violento y narcisista, con un discurso mesiánico, lograra hipnotizar con su carisma y clientelismo político a un pueblo que creyó su discurso populista. No era difícil llevar a cabo su proyecto comunista despilfarrando y robando la mayor renta de petrodólares en la historia del país.
A la espera de cómo marcha la reconstrucción en el norte de Perú, tras el terremoto que sacudió al país en 2007, escribí un artículo titulado “De terremotos y liderazgos”. Una revisión de parte de ese texto puede ser de interés:
De ser cierto el anuncio del gobierno iraquí de haber recuperado la ciudad de Mosul –bajo el poder del Estado Islámico (EI) desde 2014–, es motivo de optimismo porque solo le quedaron pocos bastiones, principalmente en Siria, y la heterogénea coalición de naciones miembros de la OTAN, lideradas por Estados Unidos, junto a algunos países del Medio Oriente, el Ejército iraquí de mayoría árabe sunita y guerrilleros kurdos –un grupo étnico de origen asiático y no árabe– podrán demostrar que lograron un objetivo común a pesar de sus grandes diferencias geopolíticas.
Simone y Marianne tuvieron biografías muy diferentes y, sin embargo, compartieron una esencia común: la lucha por la democracia y por la tolerancia. Simone, judía francesa, se dedicó a la política ejerciendo el cargo de ministra de Salud, fomentó leyes liberales como el derecho al aborto y sobresalió como la primera mujer presidente del parlamento europeo en 1979. Marianne, judía venezolana, hija de inmigrantes, fue una gran intelectual que desde la sociedad civil formó conciencia sobre derechos humanos y justicia social en medios académicos y universitarios que hoy son la fuerza demócrata de su país.
La conflictiva situación de Venezuela casi no da espacio periodístico para abordarla en toda su complejidad, pero julio ha resultado ser un mes determinante para su futuro desde que el régimen chavista-madurista-castrista decidió que a fin de mes se realice una votación inconstitucional para elegir candidatos a una Asamblea Constituyente. Estas elecciones se han manipulado para ganarlas con un sistema sin voto universal, que por supuesto será realizado por el “ministerio de elecciones” del Gobierno (el Consejo Electoral), que sigue órdenes, y para dar “sustento legal” que perpetúe a la dictadura.
Ya pasaron tres semanas desde que siete países árabes rompieron relaciones con Catar. Estas son la potencia teocrática sunita del golfo Pérsico: Arabia Saudí; dos monarquías vecinas del mismo tipo de régimen que siguen sus directrices: Emiratos Árabes Unidos y Baréin; Egipto; las distantes islas Maldivas, y dos gobiernos sin mayor poder en su territorio por severas guerras civiles: Libia y Yemen.
En Alemania, al primer ministro lo llaman canciller y hace poco falleció aquel a quien le tocó el honor, pero también la dificultad, del proceso de reunificación de su país dividido en dos bloques ideológicos desde 1945 hasta 1990: Helmut Kohl. El líder social cristiano dominó la política germana por casi dos décadas, dejando también un sello en la consolidación de la Unión Europea. Es uno de varios jefes de gobierno de un país que desde el fin de la II Guerra Mundial ha ‘producido’ grandes líderes que no han rehuido a los desafíos de la historia, como hoy lo hace Angela Merkel.
Theresa May tuvo un mal mes de junio. La primer ministro de Reino Unido (Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte) decidió convocar a elecciones parlamentarias confiando en que obtendría más escaños que David Cameron, quien renunció a ese cargo tras fracasar en impedir el Brexit en el referéndum del año pasado. May fue elegida por el Partido Conservador (PC) para sustituir a Cameron, pero no pudo sostener la mayoría absoluta conservadora que le legó su antecesor en la cámara de los comunes. Ahora el PC depende de una alianza con el Partido Democrático Unionista de Irlanda del Norte (DUP) para seguir gobernando.
En su visita a Arabia Saudí, Donald Trump se dirigió a 50 líderes de países sunitas (la rama del islam compartida por casi el 90% de los musulmanes del mundo), promoviendo una alianza contra el régimen fundamentalista de Irán (la nación con más población chiita del mundo islámico), su aliada chiita Hezbollah –la organización guerrillera y política más poderosa del Líbano– y la dictadura alauita de Al-Assad en Siria.
Se equivocaron quienes redactaron en la Carta Interamericana de la OEA al plantear la defensa de la democracia en América Latina prohibiendo la intervención para salvar vidas. Esta organización debería emular la forma cómo la Unión Africana ha asumido el dilema entre el derecho a la soberanía versus el de responsabilidad de proteger a poblaciones, víctimas de agresiones, para garantizar la vida y la seguridad.
La OEA fue creada en 1948 y en 2001 estableció La Carta Interamericana Democrática que tiene como objetivo preservar este sistema en todos sus estados miembros. Si bien este documento expresa, explícitamente, el principio de no intervención, también dice, sin precisar, que en caso de gestiones diplomáticas infructuosas se “adoptarán las medidas necesarias” (Articulo 20). ¿Y cuáles son las “medidas necesarias”? A nadie se le ocurrió determinarlas.
¿Quiénes son los hombres del presidente Trump involucrados, por ahora, en el escándalo de posibles vínculos con el régimen de Putin en el espionaje cibernético a favor de la campaña del magnate, al cual se le bautizó como el Russiagate por las semejanzas con el caso Watergate de la década del 70 que condujo a la renuncia del presidente Nixon?
Deja el poder François Hollande, el hombre que presidió un difícil quinquenio cuando Francia sufrió el peor periodo de terrorismo de su historia; graves problemas económicos y el auge del euroescepticismo. Sin embargo, Hollande logró equilibrar la vibrante democracia francesa manteniendo un necesario estado de emergencia.
Todas las dictaduras son crueles por naturaleza. La Alemania nazi, el régimen de Pol Pot en Camboya o el de Mao Tse Tung en China y la Unión Soviética fueron represivos y brutales (en el caso de la URSS, especialmente en la época de Stalin), y si bien las masacres perpetradas por estos tiranos son numéricamente espantosas, en esencia no difieren de las causadas por dictadores de otras partes del mundo en todos los tiempos. Sin embargo, más allá de los delirios, demagogia e insensibilidad de la mayoría de estos déspotas, no es común encontrar la burla como discurso oficial de sus regímenes.
El 26 de abril se conmemoró el 80 aniversario del bombardeo del pueblo de Gernika, el primero ejecutado, estrictamente, contra población civil, con el objetivo de que todos los resistentes contra las fuerzas franquistas durante la Guerra Civil española (1936-1939) entendieran lo que les ocurriría en caso de no rendirse.
Tras el anuncio de la Casa Blanca, a fines de marzo, de que su prioridad principal es la lucha contra el Estado Islámico y ya no la dimisión de Al Assad, ciertamente al dictador sirio no le convenía utilizar bombas biológicas contra sus enemigos. Pero a Putin, quien controla al régimen sirio –para mantener los intereses geopolíticos y comerciales de Rusia en ese país– podía beneficiarle que Al Assad volviese a ser persona non grata en una futura participación de Estados Unidos en las negociaciones que Moscú auspicia para una Siria de posguerra. ¿Significa esto que Putin dio la orden al tirano sirio de usar armas biológicas? Es solo una hipótesis, pero, ciertamente, posible.
Explicábamos en el artículo anterior que la verdadera revolución por la cual votaron los venezolanos cuando eligieron a Chávez en 1999 buscaba profundizar la democracia, acabar con el clientelismo y diversificar la economía para hacerla menos dependiente del petróleo.
¿Qué revolución necesitaba Venezuela después de la democracia bipartidista que se estableció en 1958 tras la caída del régimen dictatorial del general Marcos Pérez Jiménez?
El miércoles tenía listo este artículo y comenzaba así: “No cumplen con la Constitución que su ‘comandante eterno’ les legó y por eso impidieron el derecho a realizar un referendo revocatorio del presidente, de allí que no existe separación de poderes, no hay libertad de expresión ni de circulación, hay presos políticos, se discrimina a quien se manifiesta contra ellos, y desde hace tiempo premian a miembros de su régimen cuando son acusados de vínculos con el narcotráfico, como ocurrió con el general Néstor Reverol, ministro del Interior actual, y al ex ministro de la misma cartera que dio pasaportes a terroristas de Hezbollah e Irán, el actual vicepresidente de Venezuela, Tareck El Aissami.
El periodista Phillip Bu-tters recomendó en su artículo “El porta-aviones de Trump” (diario Expreso, 22-3-17) que el gobierno peruano debería solicitar ayuda inmediata a un portaviones estadounidense. Coincido plenamente con él.
El miércoles, los Países Bajos eligieron a sus representantes de la cámara baja. La mayoría de las noticias se refirieron a Holanda, la del sur y la del norte, las dos provincias más conocidas de las 12 que conforman a Nederlands.
En “el nombre de la democracia” no faltan gobiernos, como el de Putin, Chávez-Maduro o Robert Mugabe de Zimbabue, entre muchos otros, que están dispuestos a reprimir a los disidentes y copar las instituciones del Estado y perpetuarse en el poder a las malas.
El judaísmo tiene una obsesión con el recibimiento a los extranjeros: “Tratadlo como a uno de vosotros; amadlo pues es como vosotros. Además, vosotros fuisteis extranjeros en Egipto” (Levítico 19:33-34). Luego el cristianismo y el islam también adoptaron estos valores, pero, desde el punto de vista jurídico, fueron los griegos y romanos – bajo el concepto de civilidad (ser buenos ciudadanos)– los primeros en crear zonas de asilo cuyo territorio era inviolable y estaba prohibida la persecución.
A partir de 2008, la humanidad comprendió que el capitalismo con escasa regulación conduce a una crisis que plantea una reforma, una vez que el comunismo había demostrado su fracaso histórico (caída de la Unión Soviética; la transformación de China; Venezuela, Argentina y otros países repitiendo modelos estatistas calamitosos). Entonces, los partidos de izquierda moderada se alzaron como alternativa en muchos países.
Una de las grandes virtudes de la democracia de Estados Unidos es su funcional división de poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) y también, la de cada estado e instancia municipal del país (ciudades, distritos, etc.), que gozan de gran autonomía.
Ante tantas noticias abrumadoras como los casos de corrupción de Odebrecht; presidentes con incontinencia verbal y bravucones como Trump, Maduro, Correa, Duterte de Filipinas; y sobre todo, esa nostalgia peligrosa de refundar: sea un califato (imperio islámico) de ISIS, Al Qaeda, o una patria “bolivariana”, o el viejo imperialismo del neo-zar Putin y del neo-sultán Erdogan de Turquía o el “make America great again”, optemos por un poco de escapismo a la nostalgia saludable.
En enero de 2016 fueron divulgadas las fotografías de una estatua de Mao Tse Tung de 37 metros de altura y bañada en oro, erigida en su provincia natal de Henan. Según agencias oficiales chinas, el monumento fue financiado por un grupo de empresarios y construido por campesinos que aún idolatran al hombre que en 1949 instauró el comunismo en China.
La semana pasada nos acostamos con un Estados Unidos que históricamente ha simbolizado la expansión del capitalismo y despertamos con un presidente de ese país prometiendo proteccionismo, días después de que el presidente de China –la de los imperios aislacionistas y la que aún se denomina “comunista”– elogiaba las bondades del libre mercado. ¿Qué pasó mientras dormíamos?
Si bien Barack Obama recibió con cordialidad en la Casa Blanca a Trump pronosticando una transición presidencial fluida, las diferencias entre el ex presidente y el recién inaugurado (caso de espionaje cibernético ruso y las relaciones con Putin; desacuerdo con las políticas hacia Israel; qué hacer con la cárcel de Guantánamo, etc.), debió ser un trago amargo para Obama, entregar la banda presidencial a quien promete desbaratar casi todo su legado.
Es legítimo cuestionar cuánto del comportamiento de Barack Obama, a pocos días de dejar la presidencia, revela un tipo de depresión por dejar la presidencia de EE.UU. o cuánto manifiesta una forma de presión –en un intento de defender su legado– ante un sucesor que promete desbaratar sus políticas más audaces.
La prestigiosa revista Time escogió a Donald Trump como personaje del año recién pasado por haber ganado las elecciones de su país como un outsider que se postuló en las primarias del Partido Republicano cuya élite, en su mayoría, no lo apoyó (algunos pidieron votar por Hillary Clinton) y con la mayoría de los medios de comunicación social en su contra.
Donald Trump anunció que su abogado judío, David Friedman, será el próximo embajador de Estados Unidos en Israel. El nombramiento de Friedman, David, es controversial porque no tiene ninguna experiencia diplomática y sobre todo porque ha expresado estar de acuerdo con la política de construcción de asentamientos del actual gobierno israelí en Cisjordania, territorio en disputa con los palestinos.
…por no escribir, un 24 de diciembre, sobre alguna noticia conmovedora o un evento alentador.
En 2016 un escándalo de corrupción político culminó con un impeachment a la presidenta de un país. También fue noticia la historia de una ex primera dama que permitió a una amiga íntima hacer cosas en su nombre.
Como si no fueran suficientes los referéndums (vinculantes o simbólicos) realizados este año, como el Brexit, el plan de paz Santos-FARC, etc., el domingo pasado la mayoría de los italianos manifestó en las urnas que no quiere cambiar el sistema político, tal como lo planteó su primer ministro Matteo Renzi, quien tuvo que renunciar –como prometió en caso de perder–, acrecentando la inestabilidad política y económica del país.
Fidel Castro se unió al único factor totalitario que sin privilegios compartió con el resto de los cubanos: el inevitable encuentro con la muerte.
Estuvo en APEC, se llama Justin Trudeau y a un año de asumir el poder en Canadá es uno de sus gobernantes más populares a pesar de que los índices de productividad de su país han bajado con respecto a los de los años de su predecesor Stephen Harper y de que ha anunciado que no cumplirá con algunas promesas de campaña como crear una política energética ejemplar ante el calentamiento global. Entonces, si es tan temprano para juzgar a su gobierno, ¿por qué Trudeau es tan querido?
Quien escribe esto no padece algo remotamente parecido a la angustia de millones de habitantes de Alepo, masacrada sin piedad por aviones del dictador sirio Al-Assad y de Putin, y ni siquiera situaciones de alta tensión como las de Venezuela o Ucrania. El mío es un estrés postraumático por la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos.
En su libro El futuro de la libertad (2003), el politólogo Fareed Zakaria cita a George Stephanopoulos, uno de los estrategas políticos de Bill Clinton: “Si Al Gore (ex vicepresidente de Clinton) quiere postularse para la candidatura, deberá recaudar el dinero necesario, obtener buena publicidad y subir en las encuestas, lo cual le granjeará, a su vez, una mayor cantidad de dinero y mejores titulares de prensa. Lo que opinen los veteranos del partido es irrelevante porque ya no existe el partido. Los que se consideran a sí mismos ‘veteranos’ no son más que viejos políticos que buscan algo que hacer”. Finalmente, Al Gore fue el candidato del partido demócrata que compitió en las elecciones del año 2000 contra el republicano George W. Bush, y perdió tras un reñido y largo recuento de votos en el estado de Florida.
En la antesala de las más críticas elecciones de Estados Unidos (EE.UU.), lo que ocurre en países como Venezuela y Siria ejemplifica por qué es tan importante lo que ocurra en la potencia norteamericana. En Venezuela no solo se juega si habrá democracia, sino también si se agravará la peor crisis humanitaria de su historia (hambre, carencia de productos básicos, violencia, etc.) Un gobierno con métodos fascistas se niega a medirse electoralmente con la oposición, como lo establece la Constitución, a través de un referéndum revocatorio. La tabla de salvación que otorgó la mediación del papa entrampa a la variopinta oposición ante un régimen que ya ha demostrado en hechos y discurso que sigue la vía de Lenin: se dialoga con “enemigos de la revolución” solo para ganar tiempo hasta poder destruirlos. Los dirigentes de oposición deben balancear el clamor de las mayorías que exigen mantener activa la calle y acciones de desobediencia civil, con una negociación que genere, rápido, salidas reales a la crisis.
El columnista del diario El País John Carlin, “Una farsa basada en una mentira”, acierta en un reciente artículo cuando explica que la contienda electoral más mediática del mundo, la de Estados Unidos (USA en inglés), se trata de una competencia para uno de los cargos en el cual quien gane las elecciones tendrá poco poder comparado al que tienen la mayoría de los jefes de gobierno de las democracias del mundo.
Uno de los riesgos de familiarizarse con las noticias es el de toparse con una como esta: “Un diputado muerto presidirá por unos meses la Asamblea Nacional de Nicaragua”. Ante la curiosidad de semejante dislate, nos enteramos de que el Frente Sandinista (FS), mayoría en el Parlamento de la autocracia electoral de Daniel Ortega, quien controla a todos los poderes del Estado desde el 2007, decidió que hasta el 10 de enero de 2017 el fallecido titular del Legislativo, René Núñez, siga en funciones.
“¿Apoya usted el acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera?”. Esta es la pregunta del plebiscito de mañana, en el cual los colombianos expresarán si confirman o no el tratado entre el Gobierno y las FARC.
Durante la Eurocopa Francia 2016 fuimos testigos de una revolución islandesa realizada por hombres con espíritu combativo como el de sus antecesores los vikingos, y hay que reconocer que junto a Gales, la selección de Islandia, país con solo 320,000 ciudadanos, hizo una revolución futbolística. Sin embargo, Islandia tuvo dos revoluciones políticas y económicas modernas que levantaron los cimientos de emerger, exitosamente, de la crisis financiera de 2008.
El coro del himno nacional de Venezuela pregona: “Gloria al bravo pueblo que el yugo lanzó, la ley respetando, la virtud y honor”, y como bien interpreta el politólogo y humorista Laureano Márquez, esta frase representa lo que significó la toma de Caracas del 1 de setiembre (1S): “Hoy es el día de actualizar esta estrofa: la gente de virtud y honor que conforma mayoritariamente el alma nacional sale a la calle a exigir el respeto a la ley. ¿A qué ley? Nada más y nada menos que a la más importante de todas: la Constitución Nacional, en la que dice que el pueblo tiene el derecho a un referéndum revocatorio (RR) si no está satisfecho con el gobierno que tiene”.
Hace dos semanas, un adolescente se inmoló durante la ceremonia de bodas de una pareja kurda en el peor de los atentados de los últimos tiempos ocurridos en Turquía. Todo apunta a que el Estado Islámico (EI) es el responsable del ataque, pero los kurdos –pueblo milenario sin Estado propio– no solo sufren por el islamismo radical, sino también por los gobiernos que los discriminan en los cuatro países en donde viven la mayoría de ellos: Irán, Iraq, Siria y Turquía.