Esta semana, Buenos Aires fue sede del Foro Internacional de Urbanismo y convocó a investigadores de distintas regiones. Allí se discutieron proyectos y modelos de ciudad de distintos tipos, pero con un denominador común: la mejora de las mismas. Es que quién no quiere que su ciudad sea un mejor lugar para vivir. Un lugar donde uno pueda caminar sin miedo, con oportunidades, con aire limpio, sin tráfico y sin la posibilidad de morir atropellado al ir hacia la bodega.
Es por eso que sorprende que en Lima se sigan proponiendo soluciones viales que no atienden correctamente las necesidades de las personas y que, luego de análisis técnicos simples, se evidencie que con medidas mucho más baratas se resuelve mejor el tránsito y movilidad.
¿Acaso no es inteligente elegir la opción más eficiente y más costo-efectiva? ¿No es razonable pedirle a la autoridad un análisis de alternativas y la selección de la opción más adecuada a partir de ese análisis? Si un crucero a nivel y semáforos programados y bien sincronizados pueden resolver los problemas de una intersección, ¿por qué buscar endeudarnos para colocar un by-pass o muchos de ellos?
Sorprende que se desmerezcan las iniciativas en favor de una ciudad más humana bajo el argumento de que Lima no es una ciudad del primer mundo. ¿Acaso no podemos soñar con una ciudad que ofrezca la misma calidad urbana que las mejores ciudades del mundo? ¿Nos conformaríamos con una economía mediocre o una educación simplona? En absoluto. Queremos que esos sectores sean los mejores y lo mismo ocurre con la búsqueda de ciudades con una mejor calidad de vida.
Todos los especialistas coinciden en que hacer by-passes no solo no resuelve la congestión, sino que la empeora por la demanda inducida. Para explicar esto, usaré un símil muy didáctico: ampliar las vías para resolver la congestión es como querer combatir la obesidad cambiando tu pantalón por una talla más grande. Solo acomodas la gordura. Es necesario mirar el fondo del asunto: el tráfico es solo un síntoma de las necesidades de los habitantes. Si tuviésemos políticas públicas de transporte integrales, un plan de desarrollo urbano y herramientas para diseñar vías seguras, nuestro día a día sería mejor.
En Buenos Aires escuché a un profesor urbanista decir que en Lima diseñan los puentes peatonales con una crueldad inimaginable. Esto mismo se aplica a las autopistas y a los benditos by-passes. No es justo que vuelvan a Lima una ciudad más agresiva, más peligrosa, más violenta. No queremos vivir en una ciudad de la furia.
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