23.NOV Sábado, 2024
Lima
Última actualización 08:39 pm
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Opinión

Gracias a que vivo cerca de mi trabajo suelo movilizarme en bicicleta y a pie, por lo que no sufro cada día los horrores del tráfico limeño. Nadie nunca se acostumbrará a la congestión: a la espera que se alarga, al mal humor que produce y al estrés que genera. El Día de la Madre, luego de haberlo evitado por mucho tiempo, vivimos el tráfico de Barranco.

Lo que presenciamos durante los veinte minutos que tardamos en avanzar diez cuadras fue de terror: conductores furiosos que se gritaban entre sí, bocinas estridentes que casi no paraban, el aire vuelto denso por las emisiones, peatones asustados y siendo violentamente expuestos a morir atropellados y, en el colmo de la frescura, autos que se subían a las veredas y manejaban contra el tráfico. Una gran tierra de nadie. ¡Y era domingo! No quiero ni pensar cómo es un día de semana en hora punta.

No puedo imaginar el sufrimiento diario de los vecinos, quienes han visto la destrucción de su barrio con el pasar del tiempo. Vecinos que se han organizado, han presentado propuestas, se las han rechazado y que continúan haciendo esfuerzos por recuperar lo que antes fue suyo: tranquilidad para vivir mejor. Barranco ha dejado de ser un lindo y pintoresco destino para convertirse en una gran avenida. Fea, sucia, ruidosa y peligrosa como suelen ser las avenidas en nuestro país, un lugar donde nadie quiere vivir.

Barranco no solo ha perdido su tranquilidad, con ella se ha ido su belleza. El tráfico desmotiva a los visitantes, quienes deciden ir a otros distritos a comer y a divertirse. El distrito pierde dinero por culpa del caos del barrio. Pero, ¿acaso hay manera de evitar que Barranco muera envenenado de dióxido de carbono? Por suerte sí. El municipio puede implementar pequeñas acciones, como mejorar veredas y promover ciclovías seguras (interconectándose con Miraflores, Chorrillos y Surco). Esta infraestructura, junto a un buen control del tránsito y adecuada señalización, ayudará a que los vecinos puedan vivir mejor.

Además, el capital social de sus vecinos debe ser aprovechado. Los jóvenes propietarios del Jr. 28 de Julio decidieron iluminar sus locales en conjunto. Solo con esa acción volvieron más segura la calle. La Red de Artistas Barranquinos es, definitivamente, otro aliado. Los vecinos hartos del ruido y la contaminación lo son también. Barranco aún tiene una oportunidad; autoridad y vecinos deben unirse para recuperar su distrito.


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