Escribo esta columna mientras escucho charlas sobre innovación, equidad, espacios públicos y cómo hacer para que nuestras ciudades sean mejores lugares para vivir. Quería contarles sobre los increíbles proyectos, las metodologías y experiencias que he podido conocer aquí en el Placemaking Leadership Forum en Canadá, pero en estos pocos días en los que estoy lejos de Lima pasan cosas que merecen siquiera una reflexión.
¿Cuándo se ha visto que la propia autoridad metropolitana de la ciudad que será sede de los Juegos Panamericanos en 2019 sea la primera en meterse cabe? Qué absurda forma de antiplanificar que tenemos en la capital. Debe ser un caso único en el mundo el ser anfitriones, pero no querer hacer mucho –o diría, nada– para que los juegos sean un éxito. Qué manera de perder la oportunidad de que megaeventos como estos sean aprovechados para dejar un legado urbano en beneficio de Lima y del país entero.
No bastaba con la mala noticia de usar un pedazo de parque zonal para transformarlo en viviendas, cuando siempre los juegos (olimpiadas, mundiales, etc…) traen consigo precisamente más áreas verdes y mejores espacios públicos. No bastaba con tener ajustado el cronograma del Metro de Lima y demorar las obras por licencias para que no esté el servicio operando para el año de los Juegos Panamericanos. No es suficiente con que Lima sea LA PEOR ciudad del mundo para manejar (según Waze) y que no se aceleren las medidas de la reforma de transporte y, por el contrario, se planteen soluciones pasadas de moda y demostradas ineficientes como los by passes.
¿Acaso no les da vergüenza hacerle daño a la ciudad? ¿Acaso no piensan que la debacle de nuestra ciudad llevará sus nombres? ¿Acaso es más importante promover los intereses privados o alimentar el ego de algunos, que el bienestar de los ciudadanos? ¿Acaso los que vivimos en Lima no somos capaces de exigir una mejor gestión de la ciudad?
Sigo escuchando la visión proyectada para una zona de una ciudad de Canadá: quieren que sea auténtica y local; quieren respetar su pasado industrial y marítimo; quieren que sea diversa e inclusiva; quieren que sea productiva y con vivienda accesible; quieren que sea cultural e innovadora… y puedo seguir. Mientras tanto, ¿qué quieren nuestras autoridades de Lima? Parece que nada de eso sino solo destruirla.
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