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Columna Carlos Parodi

Hace unos días, el Congreso aprobó el proyecto de ley enviado por el Ejecutivo para ampliar las metas fiscales en los siguientes años y así generar los recursos para la reconstrucción.

La falta de reformas es la principal falencia del gobierno, pues son la única posibilidad de sostener el crecimiento económico. Por eso estamos al vaivén de la evolución de la economía mundial. Sectores como salud, educación, poder judicial, mercado laboral, entre otros, requieren ser reformados y puestos al servicio de los ciudadanos.

Existe consenso a nivel internacional en que la economía mundial se encuentra en un proceso de lenta recuperación, luego de la gran desaceleración observada desde 2011. Para nuestra economía, es una buena noticia. Un hecho estilizado de la historia económica peruana es que nos movemos al ritmo de la economía mundial. En los últimos meses, el crecimiento económico peruano se debió a aumentos en exportaciones, en especial mineras y pesqueras; eso ocurrió porque creció, al menos un poco, la demanda externa por nuestros productos.

El Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) presentó la evolución de la producción por regiones en 2016. Si comparamos con 2015, los departamentos que más crecieron fueron Apurímac y Arequipa (153.6% y 23.6%, respectivamente). Los dos gracias a la minería; en el primer caso, se debió a la entrada en operación de Las Bambas, que permitió el crecimiento de la producción de cobre en 4,734%; en el segundo, gracias al cobre (122.3%), molibdeno (195.3%) y oro (21.2%). En contraste, la extracción de cobre en Moquegua cayó 5.8% y la producción en 2.1%.

Para revertir la desaceleración, debemos tener claro que necesitamos volver a crecer, lo que significa producir más.

Una economía crece cuando produce más. Por lo general, ello ocurre cuando aumenta la demanda por lo que se produce; la demanda puede ser interna (se compra más dentro del país) o externa (nos compran más desde el exterior). La demanda interna está compuesta por el consumo y la inversión, en ambos casos, pública y privada.

La economía peruana sigue frenada, pese a la ligera recuperación de la economía mundial. ¿Cómo lo podemos explicar?

La evolución de cualquier economía no puede entenderse solo “desde la economía”. A veces olvidamos que la economía no funciona en un vacío, sino en una realidad concreta con determinadas características. Por lo tanto, no es suficiente hacer un seguimiento de los indicadores económicos clásicos, como el PBI y la inflación. Hay que ver más allá.

El ingreso por habitante (IH) es el ingreso que, en promedio, recibe un ciudadano de un país en un año. Para el año 2015, en Perú la cifra fue de 5,935 dólares, muy lejos de los 14,957 de Chile y los 13,949 de Uruguay. El problema con el indicador es que asume que todos obtienen el mismo ingreso, pues no toma en cuenta la desigualdad de ingresos. Un ejemplo: si en un examen escolar, el promedio del salón es 15, no es verdad que todos hayan obtenido 15. Unos más y otros menos, pero el promedio salió 15.

En abril, las exportaciones tradicionales (básicamente cobre, zinc, hierro, plomo y gas) aumentaron 11.5%. ¿Significa que la mayor demanda externa implica una mejoría de la economía mundial, dado el aumento en los precios de los metales?

La respuesta parece ser obvia: claro que sí. En los últimos dos meses, los precios han disminuido -0.26% en abril y -0.42% en mayo, fenómeno que se denomina deflación. Esto no significa que todos hayan bajado, sino que en promedio han disminuido. Algunos pueden haber subido, pues la cifra es un promedio de los precios.

La economía peruana atraviesa un período de dificultades. El lento crecimiento y los problemas de empleo son cada vez más notorios. Es probable que este año la pobreza no se reduzca. No es que sea pesimista. Es lo que cualquiera observa. Las empresas no invierten y el consumo crece menos.

Durante el primer trimestre de este año, la inversión privada cayó en 5.6%, mientras que la pública lo hizo en 16%. La inversión y las exportaciones son el motor del crecimiento de la economía peruana. La economía creció 2.1% en el mismo periodo gracias al aumento de las exportaciones de 12.2%, en particular de la minería, que creció en 17.2%.

El INEI anunció que en 2016 la pobreza “monetaria” en el Perú ascendió a 20.7% de la población, mientras que la pobreza extrema o indigencia se ubicó en 3.8%.

El 30 de abril, el MEF publicó sus proyecciones económicas. Las principales son las siguientes: el PBI crecería 3% este año, para luego hacerlo 4.5% en 2018; la inversión privada crecería 0.5% este año para hacerlo 5% en 2018; la inversión pública aumentaría 15%, tanto en 2017 como en 2018; la brecha fiscal sería 3.0% en 2017 y de 3.5% en 2018; entre 2017 y 2020, se invertirán US$6,400 millones en la reconstrucción con cambios; por último, la deuda pública total aumentará de US$156,817 millones en 2016 a US$183,249 millones en 2017.

La primera crisis financiera internacional del siglo XXI estalló en 2008 en Estados Unidos y dos años después en Europa. La respuesta de los gobiernos fue disminuir la tasa de interés a cero en un intento de reactivar las economías. Dado que no funcionó, se dedicaron a inyectar liquidez en enormes cantidades. Pese a ello, la economía mundial no se recuperó. El crecimiento de las economías avanzadas entre 2009 y 2016 fue solo de 1.1% como promedio anual.

Existen dos eventos cuyos impactos son innegables: el caso Odebrecht y El Niño costero. Ambos han impactado de manera negativa a la economía. Sin embargo, los problemas de la economía venían de atrás y no fueron creados por los hechos mencionados, pero sí magnificados.

Es normal endeudarse para comprar cosas. Nadie tiene el efectivo para adquirir todo lo que necesita. Tomar una decisión de deuda significa confiar en generar ingresos en el futuro que permitirán pagarla. Y eso no es malo. El problema es sobreendeudarse. ¿Cómo puede saber si está sobreendeudado? Sume todas las cuotas de deudas que tiene que pagar en un mes. Si el total es mayor que el 35% del ingreso neto que tiene, entonces está en un problema de sobreendeudamiento.

El crecimiento económico se mide a través de los aumentos en el PBI. El desarrollo consiste en mejorar sustantivamente el bienestar de la población. Están conectados, pero no son iguales. Veamos algunas cifras. Durante el gobierno de Toledo (2001-06), la economía creció, en promedio, 4.7% anual. Luego, con García (2006-11) se creció a una tasa de 7.2%, mientras que con Humala se logró solo una tasa de 4.5% anual. Compárelas con cualquier país y verá que son altas.

La economía venezolana se encuentra en una crisis de grandes proporciones. En 2015 el PBI cayó 6.2% y en 2016 volvió a disminuir 12%. Las proyecciones para 2017 y 2018 son -6% y -3%, respectivamente. En segundo lugar, la inflación en 2015 fue 180% y en 2016, 476%. Se proyecta 2,200% y 4,500% para 2017 y 2018, respectivamente. En tercer lugar, y de acuerdo con cifras oficiales, la pobreza bajó de 43.3% a 27.9% entre 2003 y 2013. No hay más información oficial. En Perú, la reducción de la pobreza fue de 48.7% a 21.1% en el mismo periodo. Perú disminuyó la pobreza más que Venezuela. En cuarto lugar, la pobreza extrema o indigencia disminuyó de 19.7% a 8.9% entre 2003 y 2013; en el mismo periodo, en Perú se redujo de 20.4% a 3.5%.

Especular significa “comprar barato, esperar que suba el precio y luego vender caro”. En el Perú, los precios los pone el libre mercado y no el gobierno. ¿Qué significa esto? Dos cosas: cuando hay escasez, el precio sube y, cuando hay abundancia, baja. La intervención del gobierno en los mercados se justifica cuando estos últimos fallan; por ejemplo, cuando existen monopolios, externalidades y/o falta de igualdad de oportunidades, entre otros.

Las decisiones que toman las empresas dependen, en gran parte, del entorno económico, nacional e internacional. Y es que no funcionan en un vacío, sino en una realidad concreta. Cada vez se hace más necesario conocer y proyectar la evolución de las variables externas a la empresa. La empresa se ve afectada por ellas, pero no puede hacer nada para cambiarlas. Desde luego que cualquier proyección (y no predicción) está sujeta a márgenes de error, pues nadie puede leer el futuro.

Hace unos días, se anunció un “programa de impulso fiscal”. Esto significa que el gobierno va a gastar más, con el objetivo de ayudar a la recuperación de la economía. Desde 2014, tanto la inversión privada como la pública vienen cayendo. Este tiene como objetivo aumentar la inversión pública para lograr un crecimiento económico de 4% este año.

En primer lugar, cuando asume la presidencia, existían expectativas muy altas. Se pensaba que con su sola presencia se podía revertir la situación heredada. Más allá de los errores, la economía no es magia ni fe y no depende de una persona. Si así fuera, bastaría colocar en los gobiernos a los más capaces y todo solucionado.

En economía existen dos conceptos básicos que están al margen de ideologías: la escasez y el costo de oportunidad. Coloquemos un ejemplo. El gobierno tiene una cantidad de dinero disponible para ser usada y que ha sido obtenida de los impuestos que todos pagamos. Si decide usar, digamos, el 30% en educación nadie estaría en desacuerdo. Eso no quita que lo que tengamos que tomar en cuenta es que al hacerlo se dejan de usar esos recursos en otros fines como, por ejemplo, salud. Algunos dirán pero entonces que un 30% más se use en salud. Ya solo queda el 40%. Asumamos que esa parte se usa para seguridad e infraestructura.

Mucho se habla de la necesidad que tiene la economía peruana de crecer. ¿Qué significa? Crecer es producir más y, por lo general, se mide por los aumentos en el Producto Bruto Interno (PBI). ¿Y cómo se logra producir más, es decir, crecer?

La inversión privada es el motor de la economía. El inversionista arriesga capital, suyo o prestado del sistema financiero, esperando ganar. Se la juega.

El gobierno de Trump ha profundizado la incertidumbre económica mundial. En esas condiciones, los inversionistas tienden a comprar activos que consideran más seguros. No saben a dónde ir y ello constituye un terreno fértil para la aparición de burbujas especulativas. Por ejemplo, compran más oro, viviendas o cualquier activo; la mayor demanda aumenta su precio y de ahí nace la “creencia de que seguirá subiendo y que conviene comprar barato hoy para vender caro mañana”. El resultado es que el precio sube hasta cierto nivel en que estalla la “burbuja” y luego cae. La historia muestra que en la mayoría de los casos, el patrón descrito genera una crisis financiera.

El MEF ajustó la tasa de crecimiento esperada para este año, de 4.8% a 3.8%. ¿Qué está pasando? Es posible plantear diversas hipótesis, pero desde mi punto de vista hay una central: la inversión privada sigue cayendo y es el motor del crecimiento. ¿Y por qué sigue disminuyendo?

Obama asumió la presidencia el 20 de enero de 2009, tres meses después del estallido de la primera crisis financiera mundial del siglo XXI. Recibió una herencia pesada del gobierno de Bush, difícil de revertir. En ese año, Estados Unidos enfrentó una recesión de -2.4% y la tasa de desempleo llegó a 10%, perdiéndose 10 millones de empleos. Había que actuar rápido en la tarea inicial: reactivar la economía y sanear el sistema financiero. Puso en marcha programas de estímulo económico (QE) y la economía reaccionó. Creció 2.2% como promedio anual entre 2010 y 2015, aunque todavía no logra el 3% anual, que es la cifra histórica. En el mismo período se crearon 11 millones de empleos, con lo que se redujo la tasa de desempleo a 4.9%.

Los resultados económicos no solo dependen de lo que se haga (o no se haga) dentro del país, sino también de los impactos (positivos o negativos) de lo que ocurre fuera. La historia económica del Perú muestra que para tener un buen desempeño económico, se necesita que la economía mundial “juegue a favor”. Ese no sería el caso en 2017.

El riesgo país es un indicador que mide el deseo y capacidad de un país de cumplir con el pago de su deuda externa. A mayor probabilidad de que un país incumpla con el pago de su deuda, es más riesgoso prestarle y, como consecuencia, más alto será el interés que el acreedor (el que presta) pida cuando el país en cuestión quiera endeudarse. Se denomina “riesgo soberano” si la deuda es del gobierno y “no soberano” si se trata de una entidad privada.

En economía se proyecta, no se predice. Todos queremos saber cuánto crecerá la economía, cuánto estará el precio del dólar, qué medidas tomará Trump, etc. Lo único cierto es que no lo sabemos. A pesar de ello, aparece una serie de reputados analistas que “afirman” que saben lo que ocurrirá. Sin embargo, a lo largo del año, su “visión de lo que pasará” va cambiando en tal magnitud que las cifras reales de fines de 2017 ni siquiera se acercan a lo que dijeron meses atrás.

Las políticas económicas y sociales no están separadas, sino que son parte de la misma estrategia de desarrollo. En el Perú parece que están separadas. Las políticas económicas tienen como objetivos el crecimiento sostenido de la producción (PBI), el mantenimiento de una inflación baja, un alto nivel de empleo y unas cuentas externas en equilibrio. Se dividen en políticas fiscales (aplicadas por el MEF) y políticas monetarias y cambiarias, que son responsabilidad de la autoridad monetaria (BCR).

El déficit fiscal aparece cuando el gobierno gasta por encima de sus ingresos; la diferencia la cubre con deuda. Y “deuda de hoy son impuestos de mañana” para poder pagarla. El 2013 fue el último año que tuvimos superávit fiscal, pues los ingresos superaron a los gastos. Desde ahí, el déficit fue creciendo hasta alcanzar el actual 3.1% del PIB.

La economía peruana tiene dos motores principales: la inversión privada y las exportaciones. Cuando una de ellas o ambas aumentan, crece la economía. La inversión privada cayó 2.3% en 2014, 4.5% en 2015 y 5.1%, 4.9% y 8.6% en los tres primeros trimestres de 2016. El primer motor está apagado. Las exportaciones crecieron 3.5% en 2015 y mantienen la tendencia en 2016. El segundo motor está sosteniendo el crecimiento, aunque a ritmos bajos.

Una crisis financiera es una crisis de sobreendeudamiento. Puede originarse en las familias, empresas o gobierno. Estalla cuando no pueden pagar sus deudas. En Estados Unidos explotó en 2008 y en Europa en 2010.

Estados Unidos y Europa todavía no arreglan sus problemas de sobreendeudamiento que originaron sus crisis de 2008 y 2010, respectivamente.

Entre 1973 y 1981, la región creció 5.1% anual, gracias a una enorme liquidez mundial, bajas tasas de interés internacionales y altos precios de las materias primas. Los países se sobreendeudaron y luego no pudieron pagar. Estalló la crisis de la deuda en 1982 luego de que, en 1979, Estados Unidos subiera su tasa de interés.

De acuerdo con el BCRP, existen US$62,103 millones en reservas. Muchos se preguntan ¿por qué no se usan para aumentar sueldos, hacer carreteras o pagar la deuda pública, dado que son ahorro de todos los peruanos?

En el Perú circulan dos monedas: el dólar y el sol. Si cualquiera de nosotros puede y necesita endeudarse, ¿en qué moneda debe hacerlo? Pues en la moneda en que recibe sus ingresos. Si gana soles, endéudese en soles, no en dólares. La razón es simple: si “descalza” las monedas (se endeuda en dólares, pero gana en soles), entra una variable que no estaba invitada: el tipo de cambio o precio del dólar.

El BCRP es un ente independiente del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) y es el encargado de las políticas monetaria (control de la inflación) y cambiaria (manejo del tipo de cambio o precio del dólar). Su objetivo es preservar la estabilidad monetaria, definida como el logro de una meta anual de inflación de entre 1% y 3%.

Crecer es producir más. Desarrollar es elevar la calidad de vida. Están conectados, pero no necesariamente crecer lleva a desarrollar. El crecimiento se puede medir a través de los aumentos en la producción (PBI) de cierta zona, región o país. Medir el desarrollo es más complejo pues depende, en gran parte, de lo que cada uno defina como calidad de vida. Todos tenemos una interpretación distinta de lo que significa “estar mejor”.

Un principio básico en economía es el del costo de oportunidad, definido como el costo de la mejor alternativa dejada de lado. Los seres humanos tomamos decisiones y cuando lo hacemos, optamos por un camino y dejamos otros. Imagine usted que planea salir a divertirse con unos amigos. Una vez que toma la decisión de dónde ir y cómo pasar un buen rato, deja de lado otras formas posibles de diversión. Ni modo que esté en dos lugares al mismo tiempo. Otro ejemplo: tiene S/50 para el fin de semana. Puede ahorrarlos o gastarlos; si decide ahorrarlos, el costo de oportunidad es lo que ha perdido por no gastarlos.

La semana pasada, el Foro Económico Mundial publicó el “Reporte Global de Competitividad 2016-2017”. El reporte arroja un ordenamiento de 138 países, del más al menos competitivo.

Una reforma es un cambio. Y todo cambio genera incertidumbre. Solo los países que han reformado han podido avanzar. Necesitamos reformar para elevar el bienestar de la población.

La economía peruana crece poco desde el 2013. Una de las razones centrales es la evolución de la economía mundial. ¿A qué viene esto? Pues al hecho de que el MEF, en su Marco Macroeconómico Multianual, así como en el Proyecto de Presupuesto de la República, asume un crecimiento de 4.8% para el 2017. De no lograrlo, no solo no recaudará los ingresos tributarios suficientes, sino que tendrá que tomar más deuda, dado el déficit fiscal heredado.

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